Egipto 2011: ¿De qué cambio hablamos?

domingo, 6 de febrero de 2011

Por Gerardo López Alonso*

Ante todo habría que tener en claro que la cuestión de Egipto forma parte de una tormenta política y social que en estos momentos (principios de febrero de 2011) afecta de un modo u otro a casi todos los países de Medio Oriente, desde la relativamente calma Jordania hasta el siempre agitado y levantisco Yemen. Sin olvidar que la chispa inicial había estallado poco antes, en Túnez.

En casi todos los casos, los regímenes políticos de esa parte del mundo (aquí incluimos al mundo árabe del Magreb) se han perpetuado en el poder sin límite de tiempo, muchas veces convertidos en auténticas satrapías.

Hace tanto como seis años recuerdo haber conversado sobre este tema en un café de Alejandría (sí, fue en Alejandría y era yo quien estaba ahí, sorbiendo el humo “pasado por agua” del infaltable narguile). Hablaba con un egipcio en una mezcla babilónica de lenguas pero, en lo esencial, su pensamiento se reducía a una pregunta: “yo no me explico por qué desde hace muchos años Mubarak siempre es reelegido… nada cambia”.

Pero el cambio llegó, y precisamente ahora y Egipto es un tembladeral donde se agitan todas las banderas imaginables. Si hubiera que decirlo en muy pocas palabras rescataría uno de los tantos pensamientos que salen todos los días, de boca de gente corriente: “volver al Egipto dehace tres décadas”.

Claro que era otro país, un país abierto, que miraba hacia la modernidad, que todavía no estaba infectado por el virus del wahabismo puritano saudita, que recomienda, ante todo, alejarse y desconfiar de todo lo que viene de afuera.

Ese es, pues, uno de los polos posibles del cambio, volver a lo que fue el “viejo” Egipto de hace treinta años, retornar al modernismo, a la apertura, al progreso tal como se lo entiende en los países que marchan a la cabeza del mundo.

Pero al mismo tiempo avanza otra posible acepción del cambio. En las antípodas del anterior, este “otro cambio” propone más xenofobia, más fundamentalismo, más integrismo. Es el camino que, en síntesis, impulsa la Hermandad Musulmana, un movimiento que, de un modo u otro, alimenta ideológicamente a los grupos del jihadismo que operan en toda la región e incluso fuera de ella.

Síntesis: no hay uno sino, cuando menos, dos cambios posibles en Egipto. Dos cambios que plantean caminos definitivamente opuestos. Nadie sabe si esta crisis va a resolverse ahora mismo o tal vez luego de alguna eventual transición. Nadie sabe cuál de ambos caminos será el que siga este país en cuyos orígenes, hace 5000 años, se desarrolló una de las civilizaciones más fascinantes de la historia humana.

*Gerardo López Alonso - Profesor de Análisis Internacional, Facultad de Comunicación Universidad Austral

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