Zamba para no morir

martes, 6 de octubre de 2009

Por Miguel Russo (Diagonales)*

Mercedes Sosa se acurruca y llora. Conmueve verla llorar. Conmueve tanto como escucharla cantar. Todo en Mercedes Sosa es sentimiento. El sentimiento más puro, a flor de piel. No tiene vergüenza en llorar. Y verla llorar es ver llorar a un país. A una parte del país. Esa parte del país para la que Mercedes Sosa canta.

“¿Por qué?”, pregunta Mercedes. “¿Por qué no podemos salir de esto, por qué todo se nos hace tan difícil?”, pregunta.

Quizás una respuesta está en la grabación que hizo del Himno Nacional Argentino. Escucharlo, escucharla cantarlo, es una respuesta tan poderosa como emocionante.

LAS LÁGRIMAS DE LA PATRIA. “El gobierno no pudo arreglar nada con la gente del campo. Dios mío: nunca pagaron nada, con toda la tierra que tienen. ¿Por qué tenemos que tener estos problemas? No son nuestros dueños, no son nuestros amos. Estoy con los pobres chacareros que alquilan las tierras para producir, pero no con los grandes patrones de los campos. Nuestra vida, nuestro destino no puede estar en manos de ellos. Ellos siempre fueron los dueños del poder, y quieren seguir siendo. No aceptan tener un gobierno con gente educada, que respeta los derechos humanos, con sentido de la solidaridad”.

LAS PREGUNTAS DE LA PATRIA. Mercedes se pregunta. Sus preguntas duelen, pegan hondo. “¿Dónde estaban durante los cacerolazos, durante la crisis de 2001? Ninguno de ellos sacó la cara por nosotros en esos momentos. Y ahora vuelven a la carga y quieren que el pueblo los entienda. No hay nada que entender”.
Mercedes vuelve a la carga. Cuenta que fue a cantar a la Catedral de San Nicolás, donde mataron al obispo Carlos Ponce de León. Y pregunta: “¿Dónde estaban los que ahora cortan rutas? Me duele que los muestre la televisión faltándole el respeto a la presidenta. ¿Por qué este ataque tan grande? ¿Por qué la insolencia de querer hambrear a nuestro pueblo? Nunca voy a olvidar una frase que me dijo una vez José Ber Gelbard: Se puede comprar a los militares, pero nunca a los hombres de campo. Están acostumbrados a ser dueños. Dicen que ésta es la tierra de sus tatarabuelos, de sus abuelos, de sus padres. Y será la tierra de sus hijos. Pero no entienden, y nunca van a entender, que esta tierra es todo el país. ¿Qué abuelos y tatarabuelos tienen los que no son dueños de la tierra? ¿Qué hijos van a tener? ¿Por qué quieren que sean irremediablemente pobres y hambrientos y sometidos?”.

EL HIMNO DE LA PATRIA. Mercedes cuenta que no podía entender por qué lloraban quienes estuvieron en la grabación del Himno que realizó. Pero dice que comprendió todo al escuchar la versión: “Es conmovedor. Yo sé por qué canto el Himno Nacional. Sufrimos mucho por esta patria, la seguiremos sufriendo. Sufrimos dictaduras, sufrimos gobiernos democráticos entreguistas. ¿Hasta cuándo debemos sufrir? Todo lo que le pasa a mi pueblo me duele en el corazón. Me duelen los campesinos que alquilan los campos que siembran, me duelen los trabajadores, me duele la gente que sólo tiene su fuerza de trabajo. Me duele que todos ellos estén en manos de los especuladores. En manos de los que silbaron a Alfonsín, silbaron a Kirchner, silban a Cristina y aplaudieron a Videla, aplaudieron a Menem. En manos de los cómplices de la miseria del pueblo”.

Un símbolo, Mercedes. Un símbolo de una patria que podría haber sido, que muchos quisieron que no fuera y muchos quieren que no sea. Una patria que todavía puede ser. Una patria que es ella: “Soy una cantora, una cantora popular. Mi misión es cantar. Mirar, observarlo todo, pensar y cantar lo que pasa. Mi lucha es cantar, mi vida es cantar. Pero sí querría que los que nos quieren hambrear comprendieran que tenemos un país maravilloso. Les pediría que pensaran más en el país y no tanto en ellos mismos. Que amen un poco esta patria. Nuestra burguesía es tristísima. No es latinoamericana, como debería ser, ni europea, como pretende ser. Este es un país de bandidos y de tesoros. Pero no podría ser mediadora porque estoy comprometida ideológicamente. Desde siempre lo estuve. La gente sabe de qué partido soy. Tengo una manera de pensar ante la vida, ante la miseria de la gente. La vida, para mí, siempre fue lucha”.

LA PATRIA DE ENTRECASA. Ella no hace caso a los sacudimientos desde todos lados tratando de hacer creer que es el fin de la izquierda. Y se asombra más, todavía, que casi todos los gobiernos la premien sabiendo que es marxist. “Muy raro, ¿no? Ecuador, Chile, Uruguay, Brasil, Francia, Alemania. A Italia, no. A Italia, mientras esté gobernando Berlusconi, no le acepto nada. Quédense tranquilos, que si Berlusconi sigue presidiendo ese bello país, no aceptaré ningún premio de sus manos. Lo tengo muy claro. Lo raro es que pienso estar en Italia para mi próximo cumpleaños”.

Mercedes nació un 9 de julio y en Tucumán: nada de metáforas. “Mi madre siempre me contaba que cuando yo estaba naciendo y oyó los 21 cañonazos que siempre se tocan en Tucumán por la Independencia, pensó que yo estaba marcada para hacer algo grande. Entonces, no me dejó entrar nunca a la cocina, por ejemplo. ‘A la cocina, no’, me decía. Claro que después tuve que entrar”.

Y recuerda intacto su primer ingreso a una cocina: “Cuando estaba casada con Oscar Matus, el papá de Fabián, una época de miseria espantosa, aprendí a hacer milagros con lo poco que teníamos. Hacía los ñoquis, uno por uno, hasta saber cómo había que ponerles harina. Tardaba cinco horas en preparar algo, pero lo hacía. Íbamos a la feria de Tristán Narvaja, en Montevideo, una feria que vende desde bulones hasta antigüedades, y comprábamos las costillas peladas de los chanchos. Ellos lo tiraban y nosotros, por chirolas, hacíamos unos tucos bárbaros para acompañar a los ñoquis. Fueron épocas duras”.

Mercedes hace un gesto como que fue allí que empezó a desgajarse el amor. “Fue un lento desgaste. Y no me debe haber querido mucho, ya que me dejó a mí y a nuestro hijo de siete años, Fabián. Pero a los seis meses de separarnos, yo pude salir. Él siguió con otra mujer que cantaba en el teatro IFT. Pero después encontré una pareja en Pocho Mazzitelli. Yo no lo quería mucho al principio, pero después fue naciendo el amor entre los dos. Pero yo ya estaba enamorada de las canciones”. Se pierde, Mercedes, en esos caminos del inicio del amor a las canciones. Es lindo verla perderse. Y escucharla contar: “Todo empezó cuando escuché ‘Zamba para no morir’ y me decidí a cantarla. En esa época muchos compañeros me prestaron plata para sobrevivir. Después, cuando empecé a ganar plata, les preguntaba si les debía algo. Y ninguno me dijo que sí. La solidaridad que hay entre la gente del folclore es increíble. Pero justo en ese momento caí en el alcoholismo. Me tomaba siete whiskies por noche. Comía una empanada gratis que me daban en las peñas y me mandaba los siete whiskies. Era la angustia extrema. Por suerte pude dejar de tomar. Y creo que el día que dejé de tomar escuché ‘Zamba para no morir’. Y comprendí que hablaba de mí, de mi hijo, de nuestras vidas. Y arranqué. Después vinieron los triunfos, las primeras giras, el reconocimiento”.

LA PATRIA EN EL MUNDO. Y después vinieron las giras. Y la dictadura destrozando el país. Y el exilio: “Estaba desolada. Pero aprendí a conocer el afecto de los chilenos y los uruguayos, que nunca me abandonaron. Son quienes más me ayudaron. Después, cuando había asumido Alfonsín, volví a cantar en Inglaterra, justo para el aniversario de la guerra de Malvinas. Lo llamé a Alfonsín para ver si era conveniente que fuera a cantar para esa fecha. Y él me dijo que era la persona indicada para hacerlo. Fue un gran orgullo. Llegué, había unos cien periodistas y todos querían saber mi opinión sobre las Malvinas. Dije que estaba en contra de la guerra, por supuesto, pero que las Malvinas siempre habían sido y siempre serían argentinas”.

LA PATRIA CANTA. Mercedes se ríe: “Tengo a mi hijo Fabián, tengo a mis músicos, tengo el enorme cariño de la gente”. Pero agrega que alguna vez, hace unos años, necesitó un hombre que le acariciara el hombro: “Ya no. Pocho era un hombre muy inteligente, muy compañero. Murió muy joven. El dolor fue tan enorme como el amor. Pero hubo que reponerse”. Y Mercedes se repuso en nombre de la canción: “Me conmueven las canciones. No amo el aplauso, amo las canciones. Y amo las canciones imprescindibles. Tuvimos un enorme poeta, Armando Tejada Gómez, a quien nosotros vivimos para seguir recordándolo eternamente. Armando era imprescindible para este país. Su poesía sigue siendo imprescindible: ‘Un día bien, otro mal. No hay mal que por bien no venga. El que quiere andar ya sabe que llevar la sombra a cuestas. Me demoro, pero llego. Voy hacia toda la tierra. Cuando doy un paso, quedo, mi corazón no regresa. Dicen que algunos me llevan engañado con promesas. Nunca desconfío mucho ni creo más de la cuenta. Pero cuando alguien me diga vamos, ni sueño en pegar la vuelta. Camino que ando, florece de mujer, niños y siembras. Ya que hay que vivir, luchemos. No hay mal que por bien no venga’”.

ELLA, LA PATRIA. De aquella charla con Mercedes quedan muchas cosas. Quedan abrazos que no quieren despegarse. Quedan largos minutos de escucharla cantar y de querer que no termine nunca. Queda el verla sobreponerse a un cansancio que se le hacía cada segundo más herida. Queda el recuerdo de muchos años atrás, de otros escenarios, de otros abrazos, de otros sueños, pero de las mismas ganas de hacer la patria. Quedan las esperanzas. Quedan las manos de Mercedes que buscan manos que las contengan. Queda una Mercedes que busca una caricia que se demore para limpiar tantos años de golpes. Queda la simpleza siempre cuando dice “me gustaría estar en todos lados, abrazando a todos”. Queda un anhelo que le va a ganar a la muerte: “Cuando me vaya, quiero estar un poquito en Tucumán, otro poquito en Mendoza y otro poquito en Buenos Aires”. Queda la certeza de que, como estuvo y está en todos lados, estará también, para siempre, en todos lados. Y queda la eterna sonrisa de Mercedes al decir, tímida, bella como nadie: “Yo canto; a mí me dicen cantá y canto; para eso nací”.

* Entrevista realizada en mayo de 2008, antes de su concierto en el Teatro Argentino

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