El peronismo. Necesidad del debate y actualización. Una visión generacional.

martes, 19 de abril de 2011

Por Guillermo Justo Chaves *

Las polémicas y los debates acerca de la identidad del peronismo han sido un clásico desde la aparición misma del movimiento nacional. La astucia del “Viejo” en su última etapa o del “General” en su momento de esplendor; su habilidad allá por mediados del siglo pasado, para sintetizar las diferentes corrientes ideológicas que confluían en el culto a la personalidad del tremendo líder, hicieron que todo esté dentro de ese gran proyecto nacional y popular.

Ese momento original arrancó con una lógica de la praxis, es decir, primero el acceso del Coronel Perón al poder, luego de constituirse como el abanderado de un nuevo actor, que pasaría a ser el “sujeto histórico”: el trabajador. A través de la incorporación al sistema político de una cantidad de argentinos que miraban –parafraseando a Discepolín- con “la ñata contra el vidrio” el país de las vaquitas y el trigo, se fue construyendo otra realidad, otra “verdad”. Las grandes conquistas políticas, sociales, económicas y -por que no- culturales, una vez que pasaron a formar parte del acervo de los nuevos sujetos, se comenzaron a plasmar en un cuerpo de doctrina.

Por supuesto que esto ocurrió no porque a Perón le faltara ideología, todo lo contrario. Sus acciones de gobierno denotaban claramente un perfil ideológico, una idea de Estado, de la economía, de la igualdad, de la justicia, de los recursos naturales, etc. Pero el momento de la consolidación del proyecto fue cuando empezaron a aparecer los cuerpos escritos que expresaban desde la teoría o la doctrina aquello que se veía en el país desde la práctica. Y allí fue cuando se le dió sustancia, entre otras cosas, a los tres pilares que hacen a la identidad del peronismo. Sus famosas tres banderas: la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. Estos son los ejes medulares de la doctrina. Y si tenemos que reducirlo aún mas, nos remitimos al nombre de la organización: justicialismo, una combinación muy sabia de las palabras justicia y socialismo o, el movimiento que busca la “justicia social” para los que le temen a la palabra con reminiscencia roja.

Lo fundamental son esos tres valores que sustentan esa “concepción del mundo” o “cosmovisión”. Creo que eso trasciende los tiempos. Pero, también en sus orígenes aparecieron aspectos coyunturales. El contexto histórico del mundo bipolar dio origen a la idea de la tercera posición (¡Perón-De Gaulle, tercera posición!), a modo de síntesis dialéctica, haciendo gala el líder del hegelianismo más puro.

A su vez, las llamadas “veinte verdades” pasaron a ser parte de ese “corpus” doctrinario, a tal punto que el propio General a su vuelta y en medio de la propia evolución de los tiempos, del movimiento nacional y de las nuevas generaciones quiso marcar la cancha con esa famosa frase con la que trataba de poner equilibrio entre las distintas vertientes internas: “somos lo que las veintes verdades dicen” a sabiendas que no era tan así y que el mundo había cambiado.

Durante la primera y segunda presidencia se construyó entre la praxis y la doctrina un modelo de proyecto nacional y de sujeto peronista. En esa Argentina “los únicos privilegiados eran los niños”.

Los problemas de interpretación -todos mas o menos lo sabemos- comenzaron a partir del golpe del 55. El nacimiento de la Resistencia por un lado y la emergencia de un tipo de peronismo y un sector del sindicalismo pactista y acomodaticio fueron dando origen a vertientes ideológicas internas que han dado motivo a decenas de libros, discusiones y divisiones. La interpretación de las palabras del líder y su mandato movían la aguja de la ideología hacia la izquierda o la derecha. La entronización de Cooke como el mandatario y vocero de Perón marcaron esos momentos de la Resistencia.

Todo lo que viene después es largo y para muchos historia conocida. Pero me detengo aquí para el análisis porque estas líneas tienen como objetivo reflexionar sobre el presente y el futuro en base a los elementos mencionados, pero no hacer un nuevo raconto de la historia, además, intentarlo en estas breves líneas sería –cuanto menos- irrespetuoso con quienes lo han hecho ya, con rigor y maestría.

Mi objetivo pensando en la identidad del peronismo y la necesidad del debate y la actualización tiene que ver con dos aspectos: el de los sujetos y el de las ideas.

Por primera vez, mas allá de la opinión de cada uno acerca de la identidad del peronismo asistimos en estos tiempos a la tercera generación de sujetos/dirigentes peronistas. Si como se entiende en el campo de estudio de las sociedades, las generaciones se dan cada veinticinco años, la primera de ellas es la generación de los primeros gobiernos de Perón. Esos trabajadores, los “forjistas”, y quienes participaron de esos años son la primera generación de “sujeto peronista”. La segunda esta constituída por quienes nacieron en esos años. Fueron los “privilegiados” como niños y los que se rebelaron contra la prohibición, el exilio de dieciocho años y los propios padres gorilas. Fueron quienes nacieron entre el 45 y el 55, los que pelearon por el retorno del Viejo. Esa generación que reivindicó los ideales del peronismo, fue encarnada por Néstor y ahora por Cristina.

La tercera generación somos nosotros, quienes nacimos a partir de los 70. Tenemos una particularidad con respecto a las dos generaciones anteriores, no conocimos en vida a Perón. Nuestra visión, no solo por ser propia de un nuevo sujeto, sino por esa particularidad mencionada resulta novedosa y explica en parte nuestro fuerte vínculo con Néstor Kirchner. Creo que pocas veces se ha hecho un examen desde esta perspectiva generacional.

Desde este lugar, entonces me parece que el futuro del peronismo requiere un debate. Los ocho años que pasaron han sido los años de la praxis. Primero Néstor y después Cristina reivindicaron las famosas tres banderas. La soberanía política, por ejemplo, a través de la nacionalización de las AFJP, la recuperación de las empresas prestatarias de servicios o en sectores estratégicos (Aguas, Aerolíneas, etc.), el ingreso al G 20, la presidencia del G.77, la creación de la UNASUR, entre otras cosas.

La independencia económica con los superávit gemelos (fiscal y comercial) pero con presencia del Estado, la política de desendeudamiento externo, la competitividad del tipo de cambio administrado, el fomento del consumo y del mercado interno, etc. Y la justicia social con la fenomenal Asignación Universal por Hijo, la universalización de pensiones no contributivas, el Plan Conectar Igualdad, mas de mil escuelas en siete anos, la baja del desempleo a menos del 8%, la reducción de la pobreza y de la indigencia, entre muchas cosas más.

Se han defendido y se defienden desde el campo de las ideas todas estas acciones. Pero como el campo de la política excede el sistema político, el campo de las ideas que defienden el modelo ha excedido las fronteras del peronismo. En el futuro es preciso determinar que somos como peronismo sin temer al debate.

Así como la mismísima Iglesia Católica tuvo que replantear su doctrina frente al racionalismo o a la aparición de una nueva realidad a partir de las ideas de Galileo o Darwin, debemos darnos el debate si somos una fuerza de progreso social o conservadora, si luchamos contra la desigualdad o somos cómplices de ella. Si luchamos por los más pobres o somos como algunos tristemente célebres pseudoperonistas que los usan para mantenerse en el poder.

Debemos discutir si somos capaces de nutrirnos de visiones del mundo que priorizan nuestros valores fundacionales, pero que son posteriores al momento de escribirse los cuerpos de doctrina. Si podemos además de reconocer a Jauretche, Scalabrini, Cooke, Hernandez Arregui y Casullo o Galasso, también hacerlo con Heidegger, Fanon, Sartre, Laclau o Mouffe, que también han sido y son ideólogos de las causas populares. Tal como abrevó Perón de Aristóteles o Hegel.

Como nueva generación, como nuevos sujetos, tenemos el desafío de ir hacia el futuro de Argentina con la visión ideológica clara de lo que queremos, no solo para defender un gobierno sino para darle sustentabilidad a una fuerza política que por sus valores vinculados a la idea de justicia e igualdad indefectiblemente debe tener un sesgo de progreso social. Y que sus cuadros dirigenciales sean formados en estos principios y no sólo en la liturgia o el culto museológico, que también es importante pero es sólo una parte.

Se vislumbra la oportunidad frente a la decadencia e inminente desaparición de algunos referentes de un pensamiento arcaico y conservador, a lo que se suma el aprendizaje de lo acontecido cuando el movimiento fue cooptado por las políticas neoliberales.

Frente al desvanecimiento del mundo bipolar, debemos oponerle una visión multilateral, latinoamericanista y pluralista en el respeto a la diversidad. Ojalá el momento del debate esté llegando y que el peronismo después de las elecciones de octubre con un proyecto nacional victorioso, con la fuerza de las transformaciones de los últimos ocho años, aproveche para consolidar su identidad y su perfil ideológico.


* Director del Instituto Nacional de Capacitación Política

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